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Subject: DEBATE, COLUMNA 1
Date: Mon, 29 Jul 2013 19:42:30 -0500
DEBATE
Por Roberto Desachy Severino
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Alfonso Esparza Ortiz, un rectorado bajo fuego
Aunque su gestión al frente de la BUAP apenas comenzó el 22 de marzo pasado, el rectorado de Alfonso Esparza Ortiz ha enfrentado en 4 meses muchas más y mayores presiones de distintos tipos, que las padecidas por varios de sus antecesores en sus períodos.
La primera prueba que debió superar Esparza Ortiz para consolidarse como rector de la BUAP fue interna, debido a que la salida de su antecesor, Enrique Agüera Ibáñez, fue abrupta y esto generó algunas inconformidades, inquietudes y cuestionamientos, que de manera paulatina fueron respondidos y superados, una vez que el jefe del gobierno universitario acudió a todas las unidades académicas a dialogar con todos los grupos políticos de la institución.
Tampoco puede olvidarse el hecho de que Agüera Ibáñez dejó la BUAP para ser candidato del PRI-PVEM a la alcaldía de Puebla, lo que provocó que algunas voces dentro del PAN, el PRD y hasta en los gobiernos estatal y municipal pensaran que la universidad sería la que estaría en campaña. Vamos, incluso ciertos priístas esperaban que la benemérita los apoyara en la contienda.
SE TIENDEN PUENTES DE COMUNICACIÓN ENTRE LA BUAP Y LOS GOBIERNOS
Se cuenta, incluso, que algunas voces de la administración estatal enviaron mensajes sicilianos al Carolino, en el sentido de que – si la universidad intervenía en la elección por la capital – se podría dar una ruptura institucional. Esparza Ortiz mantuvo la calma y aseguró que, más allá de su amistad personal con Agüera Ibáñez, su prioridad era la tranquilidad y gobernabilidad de la BUAP y que no permitiría que intereses electorales dañaran a la institución.
Hasta hubo panistas torpes, como el senador Javier Lozano Alarcón, que intentaron involucrar a la universidad en los comicios. Ello refleja la desconfianza y tensión que se generó durante la campaña entre dos de los actores políticos y sociales de mayor trascendencia en la entidad.
El rector se mostró tranquilo y, conforme pasó la campaña, el PAN y el morenovallismo constataron que la BUAP no estaba en campaña y que, efectivamente, lo prioritario para la administración universitaria era la estabilidad, lo que hizo que de manera paulatina comenzaran a tenderse puentes de respeto institucional, de comunicación y de trabajo conjunto entre la Máxima Casa de Estudios y la gestión de Rafael Moreno Valle.
SIN RUPTURA CON EL AGÜERISMO
Una vez terminada la elección, Esparza Ortiz debió sortear otra posible ruptura, pero ahora con el grupo político de su antecesor, Enrique Agüera Ibáñez, quien después de la derrota se sintió "traicionado por todos" y no buscaba quién se la había hecho, sino alguien que se la pagara.
Nuevamente, algunos personajes del PRI quisieron exculparse a sí mismos de la debacle del 7 de julio tratando de responsabilizar de la misma a actores políticos que no estuvieron en la elección – y tampoco tenían por qué intervenir en ella, como la BUAP o el gobierno federal de Enrique Peña Nieto-.
Lo que menos convenía a la BUAP y al grupo que la encabeza era una disputa entre Agüera Ibáñez y Esparza Ortíz, quienes también son amigos desde hace décadas. De manera paulatina, los vasos comunicantes entre ambos personajes se reactivaron, se aclararon dudas, se superaron las inconformidades o quejas mutuas y se dejó muy en claro que el actual rector tiene la obligación primordial de cuidar la gobernabilidad universitaria.
Superadas las difíciles coyunturas mencionadas, al rectorado actual le tocará enfrentar – al menos – otras dos situaciones difíciles en lo que resta del año: la culminación del proceso de admisión y la propia elección universitaria, aunque ninguno de estos dos procesos restantes luce tan complicado como los contextos ya rebasados.
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